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70 años de las Conversaciones de San Sebastián

Antón ARBULU ORMAECHEA

Nunca viene mal, y menos en estos días, que recordemos una experiencia de diálogo tan atípica y tan poco previsible en las circunstancias de aquel momento histórico como las Conversaciones Católicas Internacionales de San Sebastián, iniciadas hace ahora 70 años, en 1947, y que se prolongaron hasta 1959. Porque fueron la primera rendija de tolerancia que se abrió en la España de posguerra y porque, al mismo tiempo, contribuyeron a sentar las bases para la renovación religiosa que se sustanciaría en el Concilio Vaticano II.

Al final de la II Guerra Mundial, la dictadura franquista, intentando desprenderse de los signos más totalitarios del Régimen, confió cuotas importantes de poder a los católicos moderados, en su mayoría de la Asociación Católica de Propagandistas. A ella pertenecían el ministro de Asuntos Exteriores Alberto Martín Artajo y el científico donostiarra Carlos Santamaría Ansa, principales artífices de aquellos foros donde, por primera vez desde el final de la Guerra Civil, se pudo debatir públicamente de manera más o menos abierta sobre temas no solo religiosos sino también sociales y políticos. Y que ejercieron de puente para el diálogo entre reformistas españoles y personalidades europeas tras años de aislamiento internacional de nuestro país.

Las Conversaciones Católicas «desempeñaron un papel muy especial por sus singulares características», certificó otra de sus figuras clave, el bilbaíno José Miguel de Azaola. En ellas se manifestó una amplia pluralidad de opiniones, desde progresistas hasta integristas, lo cual rompía con el discurso monolítico del nacionalcatolicismo gobernante. Por la audacia de los temas planteados y gracias a la mecánica establecida para los debates (en cuyo diseño operó con maestría Carlos Santamaría), se consiguió desbordar los estrechos márgenes para la libertad de expresión que se daban en la España del momento. Así, las Conversaciones abordaron: en lo social, la tolerancia como premisa para un orden social justo; en lo político, el reconocimiento de la pluralidad como base para el desarrollo de la persona; y en lo teológico, el espinoso asunto de la unidad de la fe y la aceptación de la libertad religiosa. Otros temas que se trataron en el Palacio de la Diputación de Gipuzkoa, sede de los encuentros, fueron la Carta de Derechos Humanos; la construcción europea, por entonces en germen; la formación de la opinión pública y la paz; el patriotismo y el cristianismo; o la neutralidad política de la Iglesia.

Con lo dicho hasta aquí se entenderá por qué, en el contexto de un país donde Franco se paseaba bajo palio y era saludado por obispos con el brazo en alto, las Conversaciones donostiarras comportaron una sacudida ideológica importante. El socialista vasco José Ramón Recalde, entonces joven estudiante universitario, confesaba que aquella experiencia «me ayudó a liberar mi pensamiento, es decir, a dar libertad a mi forma de pensar». Y para personalidades de la intelectualidad oficial como el diplomático Joaquín Ruiz Giménez o el historiador Rafael Calvo Serer, las conversaciones marcaron un punto de inflexión en su evolución ideológica.

Manuel Sánchez Silva

‘Los intelectuales católicos en el franquismo. Las Conversaciones Católicas Internacionales de San Sebastián (1947-1959)’ de Pablo López-Chaves.

En sus doce ediciones tomaron parte más de trecientos religiosos y seglares, hombres de Iglesia y de cátedra, gente de la órbita de la democracia cristiana y del socialismo cristiano. Figuras como el político italiano Amintore Fanfani, el teólogo seglar Jean Guitton, el intelectual André Aumonier (representante de las tendencias próximas a Maritain, ‘bestia negra’ del Régimen), y algunos teólogos que después tuvieron un papel destacado en el Concilio, en especial Yves Congar y Hans Ur Von Balthasar. Por parte española, filósofos como Julián Marías, José Luis López Aranguren, Raimundo Pániker; y los vascos Juan Zaragüeta, José de Arteche, José Ignacio Tellechea Idígoras o José Mª Setién, entre otros muchos.

Coincidiendo con el 70 aniversario, se ha publicado la primera investigación universitaria sobre el tema, obra del doctor en Historia Pablo López-Chaves. Lleva por título ‘Los intelectuales católicos en el franquismo. Las Conversaciones Católicas Internacionales de San Sebastián (1947-1959)’, y está publicada por la Universidad de Granada. El libro explica diáfanamente cómo las Conversaciones favorecieron el desarrollo de una nueva sensibilidad democrática en España y dieron eco a las corrientes reformistas de la Iglesia silenciadas hasta entonces. De ahí se derivaron grandes tensiones internas que al correr de los años provocarían su suspensión.

En 1959, último año de las Conversaciones, se convocaba el Concilio Vaticano II donde se profundizó con mucha mayor audacia en casi todos los temas tratados en Donostia. Carlos Santamaría lo explicó irónicamente al decir que «El Concilio ha agotado todas las posibilidades de decir herejías, lo cual era nuestra especialidad». Hoy debemos reconocer que la Historia acabó dando razón a aquellos hombres, y también algunas mujeres, que apostaron por una Iglesia más abierta y humanamente comprometida con la libertad y la justicia social.

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